domingo, 11 de marzo de 2012

Flores Blancas y Amarillas



Me despertaron los golpes en la puerta. Miré alrededor, todo estaba roto, había destrozado nuestra casa, el comedor donde tantos días habíamos comido juntos, los jarrones que Lythene siempre llenaba de flores.
-¡Frank! ¡Frank! Abre esta puerta o te juro que…
Abrí la puerta, seguramente tenía un aspecto miserable. Había vuelto del campo de batalla, había viajado días, lo más rápido que había podido para llegar hasta ella…
-¿Por qué? ¿Por qué nadie me avisó?...
-¿Qué sentido hubiera tenido decírtelo? Ella ya había muerto.
-Quiero verla, quiero ver su tumba y la de mi hijo.
-No puedes verla, quiero que te vayas de aquí, ahora.
-Quiero verla, ella era mi mujer, por todos los dioses te pido por favor que me dejes despedirme de ella…
Detrás de él había aparecido el hombre que más me odiaba de todo poniente.
-No tienes derecho a verla, todo esto fue tu culpa, sino te hubieras ido ella estaría con vida. Si nunca te hubieras casado con ella esto no hubiera pasado.
No fue consciente, lo golpeé y estoy seguro que le rompí la nariz, y si el padre de Lythene no me hubiera pegado a mí seguramente lo hubiera matado a golpes.
-¡Frank! ¡Quiero que te vayas, ahora! No eres bienvenido en esta casa, ni en ninguna otra donde el recuerdo de mi hija esté presente ¡Vete y no quiero volver a verte en lo que me resta de vida!

*****

-Ser Frank… Ser Frank…
Conocía esa voz… era de la mujer que había trabajado en nuestra casa, una dama de compañía de Lythene. La miré, era ella, ¿tan cerca estaba todavía de la ciudad? Me habían parecido siglos…
-Venga Ser Frank, estamos cerca de mi casa…
Me tomó debajo del brazo y me llevó hasta una cabaña, era simple, de madera y techo de paja. Adentro hacía calor, afuera hacía mucho frío, mucho más frío que el que recordaba cuando me había ido.
-Siéntese, le traeré algo de comer y de tomar.
-No quiero comer, solo aceptaré un poco de agua…
No sabía cuantos días habían pasado, solo sabía que ya no me importaba.
-Lo siento mucho Ser Frank…
Y en ese momento empecé a llorar, no había llorado, solo había reaccionado violentamente, no me habían dejado llorar sobre su tumba…
-Llore, le hará bien llorar…
-No me dejaron verla, no me dejaron ni siquiera despedirme de ella…
-Eso se puede arreglar…
Tomé el agua que me dio, no era agua, era alguna especie de té que me dio energías.
-Mañana iremos, siempre hay procesiones hasta la tumba de Lythene, la gente siempre recuerda su bondad y la va a ver, le dejan flores y otros recuerdos, podrá entrar con ellos.
Al día siguiente ella me llevó al cementerio, los soldados de Frey en doble fila custodiaban la entrada, pero dejaban entrar a la gente del pueblo.
“La señorita Lythene fue la que me ayudó a conseguir leche para ustedes” le decía una señora a sus pequeños “Ahora nosotros la visitaremos y le llevaremos flores”.
“Lythene Frey. Amada hija, querida prima. El sol de la casa Frey”
Dejé las flores sobre la reciente tumba. Flores blancas y amarillas, sus favoritas.
Ella era una Blackstorm, no una Frey, había sido mi esposa y llevaba el apellido de mi casa… Nada decía de mi hijo, ¿por qué? Él también estaba allí, él también había muerto.
Jamás, jamás sentí tanto dolor como ese día, jamás.
Ese día supe que nunca más iba a estar completo, hasta el día de mi muerte…
No sé cuánto tiempo lloré allí, en un momento la mujer me tomó debajo del brazo y me dijo.
-Ser Frank, vamos, ya van a cerrar. No querrá quedarse aquí, ella no lo hubiera querido. Venga, tengo algo más para usted, disculpe por no habérselo dado antes, tenía miedo de cómo podía reaccionar, escuché lo que pasó… y tenía miedo. Pero ya no lo tengo.
Sacó un sobre y me lo entregó.
-Es para usted.

“Mi amor. Estoy por llegar al fin de mis días. Estoy segura, nadie quiere decírmelo pero lo sé. Me dijeron que podían ayudarme si decidía abandonar al bebé, pero no voy a hacerlo, no puedo, y no podría vivir sabiendo que hay una oportunidad para él. Supongo que nunca lo sabré… Quiero pedirte perdón Frank, perdón… si esto sale mal te voy a dejar solo ¿pero qué otra opción tengo? No puedo permitir que nuestro hijo muera. No puedo dejarle esta carta a papá, él te culpa por lo que está pasando, pero es solo porque no tiene a nadie más a quien culpar… Perdonalo… No es tu culpa Frank, pase lo que pase no me arrepiento de nada, de haberme casado con vos, de los días que vivimos juntos… no me arrepiento porque te amo y aunque la flama de este amor tenga que apagarse pronto, no me arrepiento. Tengo que pedirte un favor, y sé que soy muy egoísta al hacerlo, pero quiero que vivas, quiero que seas feliz, que vuelvas a casarte, que tengas muchos hijos, que los veas crecer, correr, llorar, que los puedas abrazar. Yo no podré hacerlo, pero tú sí podrás. Por favor Frank, tenés que seguir viviendo, tenés que vivir lo que yo no voy a poder vivir. Quiero saber que al menos uno de los dos lo hará. Ojalá que eso sea junto a nuestro hijo, y si no puede ser, que sea con alguien más. Te amo Frank, siempre te voy a amar, y estoy segura que nos vamos a volver a encontrar, en algún momento, en algún lugar, te voy a volver a encontrar. Adiós, mi amor.”

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