Nueve meses recorrí poniente, nueve meses fueron necesarios para reunir
esa joya. Bandar le decía "La Joda de Frank". Yo le decía "Mi error, mi
estupidez", el último error de muchos que había cometido durante esos
diez últimos años. Y fue el peor de todos... había puesto en peligro a
nuestro señor, a toda la casa Blackstorm, a Selina, y aunque eso me
importara poco ahora, a mí mismo.
Cuando llegué la ciudad estaba vacía, no había nadie allí, solo los
soldados con sus armaduras listos para combatir, algunos jóvenes que no
conocía y algunos viejos que ya tenían más batallas encima que yo que
había peleado en las guerras. Habían venido tres, pero en total eran
siete, la mujer vieja, el herrero, el desconocido, la bella mujer, el
noble, el padre y el guerrero, versiones alteradas y corruptas de los
siete dioses. Quedaban seis, ya habíamos matado al guerrero, el día de
la batalla frente a las puertas de la ciudad, cuando todavía no estaban
ni reforzadas las murallas.
Mi error estaba saliendo caro... Bandar estaba cansado, Mildred junto a
los niños habían sido evacuados, y a mí no me hacía caso. Dormía poco y
estaba todo el día pendiente de la inminente llegada de los tres que
vendrían a reclamar su joya.
Ahora estaba dividida en dos partes, una la tenía yo, la otra la tenía él.
Cuando
avanzaron Bandar enseguida lo supo, primero no supe cómo, luego vi que
tenía una gema que le permitía sentirlos porque se ponía muy fría cuando
se acercaban. Bandar dijo que iba a negociar, que me llamaría para que
le entregara la otra parte de la joya, pero una vez más insistió en ir
solo, así que lo esperé en las puertas, tratando de verlo a través de la
neblina que desprendían esos malditos.
No sé qué hablaron pero cuando regresó a pedirme la segunda parte de la
joya Withewing se inquietó, tanto que comenzó a lastimarme la mano
traspasando la armadura con su pico. Le di la gema a Bandar y traté de
tranquilizarlo. Quizás sentía mi propia intranquilidad, a mí tampoco me
gustaba que les entregara lo que estaban buscando, pero tampoco podía ir
en contra de mi primo.
Poco después Bandar volvió, tenía todavía la mitad de la piedra. Dijo
que no había trato, que íbamos a pelear por la ciudad. Subimos todos a
la muralla. Yo estaba sobre las puertas con Richard que empezó a
impartir órdenes, al igual que Bandar.
Hacía mucho que no sentía la espera, siempre había sido lo peor para mí,
lo que más me costaba hacer en una batalla, esperar mi turno mientras
los demás cubrían su posición. Mi maestro me lo había dicho muchas
veces: "Tienes que esperar Frank, no siempre será tu turno en la
batalla", y yo odiaba esperar... hasta que lo aprendí, aunque no por eso
dejaba de odiarlo.
El enemigo era numeroso, muchas unidades intentaban subir por la
pendiente que llevaba a las murallas, estaban en terreno desventajoso,
nosotros teníamos las de ganar, pero ellos, eran muchos. Las catapultas,
los arqueros y los escorpiones hicieron el primer trabajo, pero los
gigantes avanzaron hasta las puertas y empezaron a romperla a espadazos.
Cuando vi eso bajé de arriba de la muralla para liderar la resistencia
de la puerta.
Escuché los embates uno a uno, cinco, diez, quince, veinte golpes, y la
puerta cedió. Por fin vi a uno de esos gigantes, pero no avanzó, se
quedó en las puertas, parecía con intenciones de hacer alguna especie de
hechizo... no sabía si iba dirigido a nosotros o a hacer un agujero más
grande en las puertas... No lo dejé hacerlo, avancé y lo derribé para
luego gritar la orden de que empezaran a poner obstáculos donde habían
hecho el agujero. Ayudé a acomodar piedras, maderas y picas para que les
fuera más difícil el trabajo de entrar. En esos momentos no sabía donde
estaba Bandar, pero sabía que Richard estaba con él por eso me quedé
tranquilo... pero Selina, no la había visto desde que tiraron abajo la
puerta, sabía que estaba con los batidores pero no podía estar
tranquilo...
Poco a poco empezaron a mover los obstáculos y comenzaron a entrar.
Nuestra leva y la de los Stark, junto a la caballería de Kevan empezaron
a masacrarlos adentro... y nosotros fuimos masacrados por ellos. Eran
más, estaban mejor equipados y que entraran a la ciudad fue su mayor
logro, porque diezmaron una unidad completa de nuestros hombres y
castigaron a las demás... Si eso seguía así nos iban a matar a todos...
no podía permitirlo. Entre esas personas estaban nuestros hombres,
soldados dispuestos a morir por la ciudad, campesinos que habían
decidido entrenar para poder defender la ciudad en caso de necesidad,
eran hombres y mujeres que tenían familias que no los iban a ver más si
esos malditos destruían todo. No podía permitir que eso pase.
-¡Soldados de Barristan! ¡Cúbranme! ¡Voy a ir por la caballería!
Mi
segundo maestro Ser Barristan, me había entregado en custodia a veinte
de sus soldados, no había podido venir él a asistirnos porque ya lo
habían nombrado parte de la Guardia Real, pero aún así, nuestro lazo del
pasado había sido tan fuerte que no quiso que me fuera de allí sin una
ayuda. Él me había nombrado caballero, yo lo admiraba tanto como a mi
maestro.
La caballería estaba en formación de punta de flecha, pero estaban de
espaldas a nosotros, esperando terminar el trabajo de destruir a
nuestros hombres. Avancé rápido, con los caballeros de Barristan a mis
flancos y entré como una flecha en la retaguardia de la caballería
enemiga. La dividí en dos con la carga y los soldados de Barristan
barrieron a los que quedaron a los flancos... soy sincero, no sé cuantos
maté, ni de cuantos mataron ellos, el campo de batalla era un reguero
de sangre cuando hicimos la primera pasada, un campo de cadáveres de
caballos y soldados por igual.
En ese momento vi que Bandar y Richard estaban combatiendo en el medio
del campo de Batalla, estaban bien, aniquilando a los últimos enemigos
que quedaban, los tres no habían aparecido.
Nadie pensaba que eso era
una victoria, nadie pensaba que habíamos ganado, muchos de nuestros
hombres estaban muertos, y sus familias jamás volverían a verlos...
-Tenemos que ir a buscarlos.
Las miradas de Bandar y de Richard eran
las mismas que la mía, íbamos a ir a cazarlos, no íbamos a dejar que nos
hicieran eso otra vez y volvieran con más soldados.
Salimos los tres, diez soldados de Barristan nos siguieron al pantano.
Cuando salí de la ciudad, no sabía si Selina estaba viva o no, teníamos
que actuar rápido o no ibamos a encontrarlos, la batalla todavía no
terminaba... para un Blackstorm dejar escapar a un enemigo que podía
venir con más tropas no era un trabajo terminado, y los trabajos que los
Blackstorm empezaban siempre se terminaban.

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